viernes, 6 de noviembre de 2009

JESÚS ESTÁ DEMORANDO DEMASIADO, HAS PARA NOSOTROS UN ÍDOLO, QUERIDO PASTOR



JESÚS ESTÁ DEMORANDO DEMASIADO, HAS PARA NOSOTROS UN ÍDOLO, QUERIDO PASTOR
(Éxodo 32)


Entonces Aarón les dice: Todos ustedes tendrán que darme las joyas de oro que tuvieren. Y las mujeres le dieron todas las joyas de oro que tenían. Esas joyas que habían traído de Egipto.

Como si el tiempo diera vueltas, la misma escena se repite dentro del pueblo de Dios hoy en día. El Apóstol Pablo ya nos advierte a través de la carta que envía para Timoteo, diciendo que las Sagradas Escrituras se escribieron para instruirnos, corregirnos y advertirnos de lo que acontece o puede acontecer.


¿Aarón perdió la brújula?
El pueblo estaba presionando demasiado a su pastor, a tal punto que él decide, sin consultar a nadie, inventar una nueva teología. Tiene que calmar al pueblo. Entonces piensa en lo que el pueblo pide y eso les da justamente: “La unción” del becerro de oro. En ese tiempo el becerro representaba la osadía de hacer las cosas sin que nadie pueda impedirlo. Los pueblos vecinos adoraban un dios parecido. Ese dios que no representa otra cosa que el propio yo –ego- en su máxima expresión. Porque el becerro era apenas un pretexto. No lo respetaban, no lo veneraban, ni le amaban. Lo adoraban porque ese becerro nunca les reclamaba nada, Porque en esa teología como en muchas otras el dios eres tú. Si tú eres tu propio dios. Entonces tienes el poder y el control en tu mano. Puedes hacer lo que quieras, dar rienda suelta a tus instintos y tus deseos sin ningún freno. 

Pero Dios no participa de esa teología. Por eso esa doctrina no habla de juicio, de pecado ni de arrepentimiento. Porque vivir la vida pensando que daremos cuenta a Dios de cada uno de nuestros actos, no deja “gozar la vida” como nos gustaría.


Aarón perdió el control
Cuando el pueblo de Dios, le dio a Aarón el oro –el dinero- requerido, él tenía que cumplir lo que prometió: Construir esa extraña teología. Entonces el pueblo proclamó, viendo el reluciente y dorado becerro: “—¡Israel, éste es tu dios que te sacó de la tierra de Egipto!” (v.4RVA).
Viendo Aarón, el sacerdote de Dios, que este juego de soltar la cuerda en los devaneos del pueblo, estaba desbordándose, se apresuró a construir otro altar delante del altar del becerro y dice: “—¡Mañana habrá fiesta para Jehovah!” (v.5 RVA).
Las cosas del Señor no son así Aarón, no se puede mezclar lo santo con lo profano, no se puede juntar el culto a los sentidos – sensualidad- con el culto a Dios. ¡Eso va explotar en tu propia cara!


Entonces el culto al Señor se convirtió en carnaval góspel
“Al día siguiente, todos se levantaron muy temprano y ofrecieron en el altar sacrificios y ofrendas para pedir perdón a Dios. Después de comer y beber, se pusieron a bailar.” (v.6 TLA) Todo estaba saliendo bien, parecía. Desarrollaron un culto bonito con mucha “unción”, mas luego todo desbordó. Tanto comer, beber y danzar terminó en lo que casi toda fiesta termina: en sexo. ¡No puede mezclarse la carne con el espíritu, uno de ellos tiene que morir! Mas el evangelio falsificado convive con el pecado. Ese evangelio cree en un Dios incapaz de maldecir, en un Dios que “no puede borrar mi nombre del libro de la vida”, porque “yo soy hijo de Dios”, no interesa que yo viva en fornicando, adulterando, robando o buscando sólo dinero, pues “ya tengo la marca de la promesa” además “Dios es fiel para cumplir todas las promesas que me hizo” y “yo no moriré hasta que él haga realidad todos los sueños que el soñó para mí”.


Sin embargo Dios Jehová está viendo todo
“Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido.” (v.7) Se han apartado rápidamente del camino que yo les mandé. Se han hecho un becerro de fundición, lo han adorado, le han ofrecido sacrificios y han dicho: "¡Israel, éste es tu dios que te sacó de la tierra de Egipto!"(v.8 RVA) Dios le dice también, que él sabe la clase de pueblo que es y que decidió acabar con ellos.


Moisés, así como el Señor Jesús, pueden postergar algunos plazos, más el castigo llegará
Moisés entonces ruega a Dios para tener paciencia y misericordia con el pueblo. Dios acepta el pedido. Tendrá paciencia, mas el juicio y el castigo se ejecutarán. De esos seiscientos mil adultos que salieron de Egipto, sólo entraron a la tierra prometida dos. Así de todos esos miles de creyentes góspel que adoran el becerro hoy en día, podrían no entrar a la nueva Jerusalén de Dios.

Moisés está llegando al campamento, Josué que le acompaña le dice: ¿Se escucha gritos de guerra? Moisés responde, sabiendo lo que acontece, No es grito de guerra, es música de fiesta, ¡gritos de perdición!
Ahí abajo, Aarón estaba levantando polvo de tanto danzar junto con el pueblo. Creyendo adorar a Dios estaban adorando su propia sensualidad y desvarío.


¡Ay Aarón que te hicieron, que te hicieron!
“Y Moisés dijo a Aarón: —¿Qué te ha hecho este pueblo, para que hayas traído sobre él un pecado tan grande? Y Aarón respondió: —No se encienda la ira de mi señor. Tú conoces al pueblo, que es inclinado al mal. Ellos me dijeron: "Haz para nosotros dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Y yo les respondí: "Los que tengan oro, que se lo quiten." Ellos me lo dieron, y lo arrojé al fuego; y salió este becerro." (vv.21-24RVA).
Esa disculpa de Aarón ni el mismo consigue creer, no es nada convincente ¿será por esto que también Aarón no entró a la tierra prometida?


¿Y ahora como arreglamos este problema querido Aarón?
“Se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros.” (vv.26-29).

Frente al pecado, solamente una postura rotundamente radical puede alejarnos del infierno. No hay otra salida. No hay cura espiritual, ni campaña de restauración que valga, lo que está corrompido, tiene que ser extirpado, si no hay arrepentimiento verdadero y nuevo nacimiento no hay salvación. Predicaciones que dicen: “no hay nadie perfecto”, “nadie puede juzgar a nadie” “quien no tiene pecado tire la primera piedra”, “buscar la perfección es imposible, pues todos somos pecadores”, son escusas del diablo. ¡Si el evangelio en el que tú crees no puede cambiarte radicalmente, no sirve para nada!

Pobre Aarón, después de esta escena del becerro, él no volverá a ser jamás el mismo de antes.


Moisés el defensor del pueblo, Jesús nuestro abogado
Qué cosa más bonita y noble lo que hace Moisés, después de acabar con esos pecadores sinvergüenzas y rebeldes, va pedir perdón al Señor.
Un buen abogado como Moisés, va querer defender hasta si fuera posible con su propia vida. “Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.” (vv.31-32) ¡Moisés estaba dispuesto a perder su lugar en la tierra prometida, si él Señor no perdonaba a su pueblo!

Mas Dios es Dios y nadie va obligar a Él hacer lo que decidió hacer. Es por eso ni el propio Señor Jesucristo, sabe el día que regresará a la tierra. Ojo con la respuesta de Dios: “Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.” (v.33)

Tú Moisés cumple lo que te mandé hacer: “Ve, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado. Y Jehová hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón.” (vv.34-35).

Jesús nuestro Señor va defender todas las causas justas, nunca defenderá a que delinquió y no se arrepintió y no volvió a Dios. El no es abogado que defiende a quien le paga más. El defiende las causas justas.

¿En que nos apoyamos para tener la garantía de nuestra entrada a la nueva Jerusalén? ¿En nuestras propias convicciones o en las convicciones del Señor? ¿Por eso buscamos nuestra salvación con temor y temblor? (Fil.2:12)


Pedro Arroyo

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